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Artículo escrito por Mónica Valtierra
En 2020, los países signatarios del Acuerdo de París deberán presentar una evaluación sobre el resultado y alcance de las metas trazadas hace cinco años por medio de las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC) y con base en ese reporte, presentar nuevos y más ambiciosos objetivos de reducción de emisiones. Justo este año es muy importante porque tenemos que, como humanidad, comenzar a registrar una caída en las emisiones que producimos.
Aunado a los compromisos hechos en 2015, el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) publicó en 2018 el Reporte 1.5°C en el que analiza diferentes escenarios e impactos en relación con el aumento de la temperatura global como consecuencia de las emisiones de gases de efecto invernadero. Como seguramente te imaginas ya, los resultados son preocupantes y hasta desalentadores, si nuestras acciones impactan de forma que la temperatura global promedio se eleve a más de 1.5°C, las consecuencias para la humanidad y los ecosistemas son devastadoras.
¿El reto? Conciliar la política con la ciencia, para que tanto el desarrollo social y económico se alineen con el futuro ambiental del planeta. En la entrada anterior profundizamos un poco en la parte técnica y de número sobre como determinar cuánto nos queda por emitir si no queremos calentar nuestra Tierra de más. Esto se puede lograr por medio de los presupuestos de carbono que determinan cuántas emisiones nos quedan por generar para no causar más daños a la naturaleza.
Una vez definidos los presupuestos de carbono, ya sea por país, sector o ciudad, lo siguiente es establecer una serie de pasos que concluyan con acciones específicas para garantizar que no vamos a sobrepasar nuestro presupuesto. A estos pasos y acciones se les llama Rutas de descarbonización.
La tarea no es nada sencilla, requiere de mucho conocimiento técnico en cambio climático y en políticas públicas, así como involucrar a gran diversidad de actores, desde instancias del gobierno federal, local, los congresos, hasta empresas, sociedad civil y al sector académico. Esto para garantizar que los presupuestos de carbono se incluyan como un eje transversal dentro de diferentes instrumentos de política pública como programas, estrategias, legislaciones, etc.
El primer paso tal vez es comenzar por incluir en la narrativa de mitigación de emisiones el presupuesto de carbono e integrarlo a la política climática como eje rector de las acciones específicas en la materia. Sobre las rutas de descarbonización para México ya se encuentran trabajando instituciones como Iniciativa Climática de México (ICM), Carbon Trust y WRI, de la mano del gobierno británico.
Si quieres saber más sobre la definición de acciones concretas que permitan a México no sobrepasar su presupuesto de carbono te invitamos a visitar la página de ICM y estar pendiente de los eventos participativos que realizan para definir las rutas de descarbonización.
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