VERDADES Y MITOS AMBIENTALES SOBRE EL FRACKING

VERDADES Y MITOS AMBIENTALES SOBRE EL FRACKING

Mitos y verdades ambientales sobre el Fracking

Artículo escrito por Mónica Valtierra

Foto por Thomas Milllot/ Unsplash

La fractura hidráulica para extracción de gas y petróleo de esquisto, mejor conocida como fracking, es una técnica desarrollada a finales de 1940 que surgió dentro del sector petrolero como una alternativa para acceder a recursos energéticos a kilómetros de profundidad. En principio, esta actividad se posicionó como una alternativa “limpia” ante la extracción tradicional de combustibles fósiles, pues se argumentó que sus emisiones eran menores a las del dióxido de carbono emitido por la quema de hidrocarburos. No obstante, con el paso de los años, su desarrollo ha sido complejo y controvertido debido a la falta de información sobre los materiales utilizados para sus procesos y una carente regulación para esta industria en específico.

Entre estas controversias se encuentra también, la discusión sobre los impactos ambientales y sociales de la industria, particularmente en cuestiones asociadas con la salud. Al respecto, el Instituto Nacional de Ciencias de Salud Ambientales del gobierno de Estados Unidos dedica en su sitio oficial, un apartado al tema. Otras organizaciones gubernamentales y no gubernamentales como la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA por sus siglas en inglés), Greenpeace y centros de investigación Universitarios dividen los efectos del fracking en tres grandes áreas: agua, aire y suelo y comunidades.

En relación al agua, en 2016, la EPA publicó los resultados de una exhaustiva evaluación que realizó a diversos sitios en los que se lleva a cabo extracción por fractura hidráulica, entre sus principales hallazgos concluyó que el fracking si produce contaminación tanto de pozos de agua a nivel de suelo como del subsuelo. Para comprobarlo, documentó 457 casos de eventos relacionados con la derrama de contaminantes en las diferentes etapas del proceso y descubrió que el regreso de los químicos inyectados para provocar la fractura es la etapa en la que se producen más fugas de contaminantes.

Para el reporte, la EPA destaca cinco estudios de caso en Dakota del Norte, Pensilvania, Texas y Colorado. En todos ellos, se encontró presencia de contaminantes en alguno de los pozos ya sea a cielo abierto o en acuíferos. Finalmente, menciona que lo único que no fue posible comprobar dentro de la evaluación fueron los impactos específicos de la contaminación del agua, tanto a nivel local como nacional, debido a la poca disponibilidad de datos.

Cabe destacar también que, en 2011, la EPA realizó un estudio detallado sobre el vínculo entre fracking y casos de contaminación de pozos de agua en Pavilion, Wyoming. Mismo que fue reafirmado por otras investigaciones como la publicada en la revista de Ciencias Ambientales y Tecnología en la que se estudian los impactos de diferentes muestras en los pozos de la región.

Asimismo, la Universidad de Duke publicó los resultados obtenidos de diferentes pruebas de campo hechas en 60 pozos de agua ubicados a en un radio de un kilómetro de instalaciones de fractura hidráulica de Nueva York y Pensilvania y encontraron que tenían altos niveles de metano.

Por otro lado, además de la contaminación, la industria requiere grandes cantidades de agua para realizar los bombeos, por lo que pueden provocar estrés hídrico, particularmente en sitios en los que ya existe escases de este recurso. Greenpeace estima que para cada fractura se requieren de dos a 10 millones de galones de agua, en contraste, tan sólo en Estados Unidos, el consumo per cápita de agua es de 100 galones.

En cuanto a la contaminación del aire, es posible ubicar diferentes fuentes de emisiones contaminantes en las actividades asociadas con la industria del fracking, como el incremento en uso de camiones para transportar materiales (se calcula que se requieren de 302 a 1,365 camiones para transportar agua, químicos, arena y equipo para un pozo), la quema de diésel para el bombeo, así como emisiones asociadas al venteo del gas como la del metano, mismo que acelera el calentamiento global hasta 100 veces más que el dióxido de carbono.

Además, la arena que se utiliza para los procesos de fractura es de difícil contención, por lo que cantidades aparentemente bajas e imperceptibles para las personas pueden esparcirse y colarse a los pulmones, lo que provoca enfermedades cardiorrespiratorias graves.

Por otra parte, las facilidades de la industria requieren la construcción de pozos para contener los fluidos derivados del proceso de ruptura, mismos que contienen tóxicos y se encuentran a cielo abierto. En Colorado, Wyoming y Utah, se estudiaron casos relativos a estos pozos y se encontró que de ellos se vaporaban altos niveles de compuestos orgánicos volátiles así como ozono y metano. También existen otros químicos usados en el proceso como el benceno, el tolueno y el 2- butoxietanol que pueden tener presencia en aire y agua y para los cuales se ha demostrado causan cáncer, incluso en dosis pequeñas.

Con respecto a los efectos de las fracturas en el suelo, existen estudios que respaldan la afirmación de que, las fracturas hidráulicas provocan inestabilidad geológica, lo que produce terremotos asociados al proceso de reinyección incluso en lugares en los que no se habían registrado estos eventos anteriormente.

Adicional a esto, existen otras repercusiones de la industria del fracking asociadas a las comunidades en las que las que se instalan los pozos de bombeo, por ello, es preponderante, abordar el tema, sí desde una perspectiva científica y corporativa, pero sin dejar de lado las visión y opinión de los ciudadanos de las localidades en las que la actividad se desarrolla puesto que, existen casos de demandas ciudadanas para la industria por contaminación de recursos naturales y afectaciones a la propiedad privada. Además de las demandas, documentales como el de Gasland, contribuyen a generar debate y conceso científico sobre los costos y beneficios del fracking en lo económico, social y ambiental.

Sobre este tema, un estudio realizado en 2017 por el Instituto de Política Energética de la Universidad de Chicago destaca que la percepción de la gente es que los beneficios del fracking exceden los costos asociados al ambiente y la salud, pero esto es porque no tienen un entendimiento claro sobre cuáles son estos impactos y en particular, porque a la fecha, los datos proporcionados por las empresas extractivas no permiten establecer sus efectos a largo plazo. Por lo que existe la necesidad de generar material científico confiable y comprobable para fijar posicionamiento respecto a la industria.

Sin duda, el gas natural es una opción inmediata para lograr que los países sean menos dependientes de los combustibles fósiles, pero no debe ser vista como una solución permanente a la misma, se debe invertir en energías renovables y limpias con menor impacto ambiental como la solar o la eólica, siempre considerando que no tiene sentido arriesgar la salud y el futuro las personas para garantizar la seguridad energética del país de manera inmediata.