NUESTRA SEÑAL DE HUMO

NUESTRA SEÑAL DE HUMO

 

NUESTRA SEÑAL DE HUMO

“Para mí, el año inició con una señal de humo para remplazar la cortina de hierro que se ha producido por el cambio climático en Australia. Esta señal de humo, solo es una llamada de auxilio, sino una advertencia de lo que está en juego y podemos perder todo por lo que estamos luchando”

Era Año Nuevo, 2020, mientras descendía por las laderas rocosas del Monte Angelus en Nueva Zelanda, a primera vista, no noté el humo. El día anterior, habíamos escalado a través de las nubes durante horas hasta que alcanzamos una altura de 1,650 metros sobre el nivel del mar para observar una maravillosa vista del cielo azul y una cabaña junto al lago Angelus en donde le dimos la bienvenida al Año Nuevo.

Toda la comunidad de Climate Reality sabemos que el 2020 marca el comienzo de una década crítica. Me la he pasado contando los días que faltan para una pequeña excursión con mi novio y su familia en Nueva Zelanda antes de regresar a casa para continuar con mi trabajo y proponer soluciones climáticas en Australia. A pesar de ello, durante dos días mi prioridad fue explorar senderos, observar vistas sorprendentes, escuchar historias de compañeros viajeros y, algunas veces, dejar de lado las molestias ocasionadas por cargar una mochila hasta una montaña, trabajo difícil para quienes estamos acostumbrados a un estilo de vida más de oficina.

El paisaje del Monte Angelus, parecido al del Señor de los anillos, funcionó para fortalecer mi decisión de trabajar por el medio ambiente. Este paisaje me recordó una conversación entre dos hobbits cuando se acercan a Mordor, Frodo todavía se enfrentaba otro obstáculo para destruir el anillo y estaba a punto de rendirse, pero en ese momento se pregunta, “¿A qué nos aferramos nosotros, Sam?” a lo que Sam responde, “A lo bueno que hay en este mundo, Sr. Frodo. Y vale la pena luchar por eso”.

Con la vista recordándome lo bueno en este mundo, estaba todavía más determinada a regresar a Australia e intentar, de nuevo, expandir las ambiciones de mi país con respecto a la crisis climática. Mientras descendíamos por la cordillera hacía el auto, me percaté del brillo rojo del sol, en poco tiempo, reconocí un olor muy familiar, al haber crecido en la zona rural de Nueva Gales del Sur (NGS), el olor de humo causado por un incendio forestal era algo conocido para mí. ¿Pero aquí? ¿En Nueva Zelanda? Me pareció muy extraño. Me dije que tal vez solo estaba cansada, así que caminé más lento. Pero, de nuevo en el auto camino a Wellington, mi celular vibró con notificaciones de los horrores que se transmitían en las noticias mientras iba de regreso a casa, cuando detuve el auto para abrir la aplicación de NSW Fires Near Me (Incendios de NGS cerca de mí),  vi alertas por todas partes del estado. El humo que observábamos había viajado miles de kilómetros a través del Océano Pacífico hasta llegar a otro país, en donde yo estaba.

No tenía muy buena señal en el celular por lo que tuve que esperar a tener WiFi y así poder contactar a mi familia. Al día siguiente, llamé a mi hermano, él me dijo que en el trabajo todos estaban estresados por que habían cerrado las carreteras, calles y accesos debido a los incendios en la región de Canberra, pero fuera de eso, todo estaba bien. Por otra parte, mi hermana estaba lejos de los incendios en Australia Occidental y se enfrentaba a  un ciclón que se acercaba a la costa.

Por otro lado, la granja de mi mamá que está a las afueras de Candelo, NGS, se encontraba en una zona de “vigila y actúa”, rodeados de humo ella y su pareja, estuvieron alerta toda la noche y no pudieron dormir mucho. Ellos recogían las hojas quemadas que caían alrededor de la casa y aquellas que caían del techo y volaban desde las montañas en llamas a más de 50 kilómetros de distancia. Además, tenían preparado el depósito de agua y un generador eléctrico en la camioneta para usarlos en caso de ser necesario, cuando hablé con mi mamá su voz se escuchaba nerviosa. Por suerte, hacía no mucho habían vaciado sus corrales debido a la sequía, ahora su principal preocupación era la casa con sus tanques de gas natural, pórticos de madera y una hilera de pinos que se encontraba cerca de ellos.

La situación hizo que mi mamá se pasara horas llenando carretillas con plantas de ortigas secas. “Estaban casi muertas debido a la sequía y se habían convertido en combustible puro”dijo mientras recobraba el aliento, avisándome por segunda vez en ese día. “Muchas veces pensé en removerlas porque soy alérgica. Ahora es muy tarde”. Me dijo cómo colocaba rociadores y mangueras para humedecer la tierra alrededor de la casa. “Espero que eso sea suficiente”, dijo dudosa. Al día siguiente, mi mamá me envió este video:

Durante todo el día, en la casa de mis suegros en Wellington, estuve atenta a mi laptop y mi teléfono sintiendo cómo una sensación de impotencia crecía cada vez más en mí. ¿Ya habrá hablado con los vecinos? ¿Cuál era su plan de escape? ¿Iría al punto de evacuación del pueblo? ¿Ya tenía cobijas de lana y botellas de agua en caso de emergencia? “Sí, sí… Ya empaqué todo lo necesario. Estaremos bien”, me dijo. Le dije que desearía estar ahí para ayudar, pero al mismo tiempo mantenía en secreto que estaba aterrada por la idea de estar en su lugar. Me despedí con un “Te amo”, una frase que no se pronuncia a menudo en mi estoica y conservadora familia. Durante los siguientes días, el viento cambió de dirección y mejoró las condiciones para su región, la casa de mi mamá estaba cubierta de hollín negro por dentro y por fuera, pero por ahora se encontraban a salvo.

En un principio, no había podido localizar a mi papá, él tiene muchos años trabajando como capitán de bomberos de NGS, sabía que seguramente estaba ocupado combatiendo los incendios. Antes de Navidad, me dijo que estaba “harto de las excursiones de fumadores en los bosques”,  recibí nuevas noticias en WhatsApp que decían que mi papá había pasado Año Nuevo apagando un incendio y que desde entonces lideraba un par de equipos de ataque, describía la situación en casa como “muy humeante, parecida a la niebla de Londres”.

Ahora es febrero, y hablando de nuevo con mi papá por teléfono, me contó su humilde experiencia al haber sido invitado la semana pasada a la Armada Real Australiana como invitado especial de honor de los bomberos para la ceremonia del Día de Australia en el puerto de Sídney, ahí conoció a personas como al asistente del comisario de bomberos de NGS, a quien antes había llamado un burócrata de ciudad. Retomando la conversación respecto a la Armada Real Australiana, mi papá se describió como un “buen tipo”, también me dijo que sabe que la gente está pasando un mal momento y que el asistente del comisario “sabe un poco del fuego”.

A menudo, cuando mensajeo con mi familia, les menciono que las noticias me preocupan, les pregunto si ya habían visto antes incendios como estos y qué piensan de que sean más extremos con un clima más cálido y seco, mientras los escucho pacientemente y hago preguntas. De igual manera, escucho el eco de los medios de comunicación y a los políticos escépticos que hablan de la importancia de actuar contra el cambio climático. Esta situación me pone triste porque durante mucho tiempo, los científicos han alertado de la relación entre el cambio climático y los incendios que son más frecuentes e intensos en Australia por más de una década. No entiendo como incluso con la magnitud de los incendios esto no les hace sentir la misma sensación de urgencia que yo siento con respecto a nuestra necesidad de combatir la crisis climática.

Ya ha pasado un mes desde que regresé de la paz que había en el Monte Angelus a la destrucción que se extendía en casa. Como todos saben, he estado de luto por el azul de las montañas que nunca exploré, la pérdida de las maravillosas orquídeas de mi tío que solía visitar de pequeña, los pueblos costeros del sur de NGS y sus bosques circundantes, así como de la vida silvestre que he estudiado y que tanto amo. He sido relativamente afortunada por vivir en Brisbane, al sudeste de Queensland, por ejemplo, en noviembre, tuvimos unos días con humo debido a los incendios de los bosques tropicales cercanos y estos llegaron a  quemar mi garganta mientras iba en bici al trabajo, por otro lado, al oeste de Brisbane se perdieron muchos lugares que esperaba ver un día y que ahora se habían convertido en  carbón, cuando apenas la semana pasada manejaba y los miraba mientras pasaba junto a ellos.

Las lluevias recientes han protegido a la región de Brisbane de una devastación mayor. Sin embargo, la división de servicios de emergencia del gobierno de Queensland recientemente anunció su cambio de prioridad por ciclón e inundaciones. En los últimos días, mi mamá ha visto que las condiciones en el sudeste de NGS otra vez han empeorado debido a otros incendios descontrolados que se dirige hacia su granja, pero esta vez desde el este. Una vez más, debe empacar, estar alerta y tener listo el generador, la bomba y las mangueras. Mientras observaba el mapa de posibles desplazamientos, de nuevo, estaba preocupada por la seguridad de mi mamá y me preguntaba, “¿Y en dónde se refugian los animales sobrevivientes?”.

En todo el país, solo se piensa en el humo y los incendios, la información es continua, pero todavía causa divisiones de carácter político. Para los líderes de Climate Reality de toda Australia es una constante prueba de que no solo se trata de comunicarnos, sino también mucha de tenacidad. La pérdida y daño de los incendios climáticos extremos es inevitable, pero las donaciones publicas continúan llegando y el peor desastre natural en la historia de Australia continúa.

Para mí, el año inició con una señal de humo para remplazar la cortina de hierro que se ha producido por el cambio climático en Australia. Esta señal de humo, solo es una llamada de auxilio, sino una advertencia de lo que está en juego y podemos perder todo por lo que estamos luchando. Solo espero que la señal haga que Australia se dé cuenta de la realidad del cambio climático y que, como nación, finalmente actuemos.

Ya ha pasado un mes del 2020 y estoy contenta por los días de paz que tuve en la cima del Monte Angelus en Nueva Zelanda, pero también por la comunidad de Climate Reality. Sé que este año y esta década serán difíciles, pero también sé que nuestra comunidad de Líderes de Climate Reality se aferrará y luchará por un clima seguro.

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